Translate

domingo, 29 de diciembre de 2013

Las TIC, una puerta a la inclusión

Mientras que para los niños y jóvenes de esta generación resulta natural hablar de computadores, smartphones y tablets, los nacidos en los años 80s tuvimos el primer contacto con un computador en la adolescencia (o al menos ese fue mi caso). A mediados de los años 90 mis manos tocaron, por primera vez, el teclado de un computador. Sucedió en la sala de informática del colegio donde cursé la secundaria. Mientras mis compañeros hacían dibujos a punta de click de ratón, Yo escribía palabras y frases en un documento de WordPerfect que el profesor revisaba de cuando en cuando. Como no tenía dominio del teclado, un compañero guiaba mi mano por el computador, y mis dedos iban encontrando las letras como por arte de magia. A eso se reducían mis clases de informática como estudiante ciega.
Ya en la universidad, un compañero con deficiencia visual, quien manejaba la sala de invidentes de la biblioteca, intentó despertar mi inquietud por el uso del computador con JAWS, un lector de pantalla. -¿Un qué?- Lo entendí mejor cuando decidí, casi a regañadientes, asistir a la sala. Me senté frente al computador, y empecé a escuchar una voz robotizada, algo cansona, que me iba diciendo lo que aparecía en la pantalla. Yo pensaba -Pues sí, ese JAWS será muy bueno, pero esto de los computadores… no se hizo para mí-. Continuaba tomando apuntes en Braille como lo había hecho en el colegio, y prefería seguir confiando en mis amigos y familiares videntes para lecturas y transcripciones. Pero en los semestres avanzados, cuando ya nadie podía ayudarme por falta de tiempo y porque era mucho lo que tenía que leer y casi todo en inglés, tuve que empezar a tomar muy en serio al dichoso lector de pantalla JAWS.
Poco a poco me fui acostumbrando a esa voz, y gradualmente fui adquiriendo independencia en el uso del correo electrónico y la realización de búsquedas en Internet. Ya con un computador en casa, y conociendo mejor el teclado, empecé a redactar documentos, solicitando la ayuda de personas videntes únicamente para cuestiones de estilo y formato. Me dediqué también a leer libros por gusto y aprendí a utilizar reproductores de música, y desde entonces el JAWS se convirtió en un compañero inseparable. Esa voz robotizada, tan cansona al principio, me acompañó durante mi trabajo en el Sistema de Inclusión Educativa de la Universidad Nacional. Por la misma época adquirí un celular al cual se le instaló un lector de pantalla para hacerlo accesible. ¡Ya no dependería de unos ojos para buscar contactos o leer los mensajes de texto!
No es exagerado decir que, gracias al lector de pantalla, obtuve uno de mis más grandes logros a nivel académico y, por qué no, a nivel personal: haber ganado la prestigiosa beca Fulbright para realizar estudios de postgrado en los Estados Unidos. Durante la maestría en Comunicación, JAWS me leía montones de artículos en inglés, y me facilitaba el contacto con mis seres queridos a través de Skype, Facebook y Twitter. Recuerdo que en una de mis clases, el profesor nos pidió hablar sobre inventos que consideráramos revolucionarios, y yo, sin pensarlo dos veces, elegí al lector de pantalla. El, a diferencia de los seres humanos, puede leer durante horas sin cansarse y está disponible a cualquier hora del día, los 365 días del año (a menos que toque formatear el disco y los archivos se pierdan). El, con su voz sintética, nos permite a las personas ciegas “ver” lo que nuestros ojos no pueden percibir.

Por Adriana Pulido

No hay comentarios:

Publicar un comentario